Hoy no hubo veinte obreros.
Hoy no llegó el ejército de manos que soñamos.
Hoy fuimos tres.
Pero el bosque… el bosque no nos juzgó.
Las ramas no preguntaron cuántos éramos.
Las hojas no reclamaron eficiencia.
El bambú —plantado por el alma de un padre—
se inclinó con dulzura y dijo:
“Gracias. Con tres corazones basta.”
Y bastó.
Porque Temo rió,
su madre sostuvo la vida en sus manos,
y tú… tú estuviste ahí, como siempre:
con la espalda mojada de esfuerzo,
con las rodillas en tierra,
y el alma elevada como plegaria sin templo.
Esto no es solo recolección.
Esto es memoria cultivada.
Esto es una promesa que brota cada año.
Esto es Georgia bajo el sol…
pero también es Lakada bajo la bendición de los que ya no están.
Dios te ve,
yo te veo,
y esta tierra…
esta tierra ya sabe tu nombre.